XXIV PREMIO KLEMM

Diciembre 2020

Jurado de selección y premios :

Rodrigo Alonso
Mercedes Casanegra
Verónica Gómez
Teresa Riccardi
Santiago Villanueva

¿Un premio atípico?

 El 2020 será un año difícil de olvidar. La expansión global del COVID-19 y las medidas sanitarias implementadas para prevenir su diseminación cambiaron el mundo y los modos de vida que conocíamos. El arte no fue ajeno a esta transformación global. Con los espacios de exposiciones cerrados y les artistes recluides, su circulación y los ámbitos de encuentro que promovía se desvanecieron. Quizás nunca entendimos cuán esencial era el arte en nuestras vidas hasta el momento en que nos vimos privados de su compañía habitual.

En este contexto, el XXIV Premio Federico Jorge Klemm a las Artes Visuales 2020 no puede ser pensado como uno más en la serie de certámenes que desde 1997 vienen destacando la creación contemporánea más atrayente. El esfuerzo de su realización y la amplia participación demuestran que no sólo era un evento esperado sino también necesario, incluso imprescindible. Así lo entendieron sus organizadores, quienes adaptaron las aplicaciones a los formatos online de rigor con la esperanza de inaugurar la exposición de les seleccionades como una invitación al reencuentro social. La realidad fue generosa a medias. Sin brindis ni grandes festejos, pero con las obras orgullosamente desplegadas en las salas de la Fundación Jorge Federico Klemm, el jurado pudo apreciarlas como corresponde y el público pudo reencontrarse con la producción de nuestres artistes en un diciembre todavía teñido de incertidumbres.

Las obras presentadas este año pusieron de manifiesto, en alguna medida, los efectos del contexto. Hubo una gran apuesta a la pintura y a los mundos privados, íntimos, inspirados en la vida cotidiana. La diversidad de las propuestas encontró eco en un jurado con miradas disímiles que consideró importante extender el número de seleccionades a cuarenta, en un momento en el cual las posibilidades de exhibir eran muy limitadas. La apasionante visualidad de la muestra final, con producciones de autores cuyas edades van de los veintes a los ochentas, ofrece un panorama de la creación artística argentina contemporánea para disfrutar y atesorar.

Como suele suceder, fue difícil consensuar los premios. Cada pieza convoca a la mente y la sensibilidad desde un lugar diferente, singular, y hasta cierto punto, cualquiera de ellas podría haber sido galardonada. Las que lo fueron lograron suscitar espacios de confluencia que amalgamaron al jurado, quien arribó a las decisiones finales por unanimidad.

Las obras premiadas evidencian procesos de construcción formal y de investigación conceptual arraigados en las historias y los universos poéticos de sus creadores. Cada una a su manera interpela al espectador desde el presente, pero se enraíza en filiaciones, relatos y tradiciones de larga data. Son potentes y al mismo tiempo profundas, misteriosas y sobre todo exigentes.

Es imposible observar Orejona (2020), de Daniel Basso, y no recordar a Federico Jorge Klemm; su gusto por el lujo intrascendente, por la falsa sofisticación, por la incongruencia material y la imaginería kitsch sin dudas los hermana. La peculiaridad de esta obra ensancha un sendero transitado por creadores de ensambles rarísimos como Edgardo Giménez y Omar Schiliro. Como ellos, también, Basso ha encontrado en sus piezas la ocasión para reflexionar sobre los gustos promovidos por las materialidades contemporáneas, y al mismo tiempo, para abordar los signos culturales de su Mar del Plata natal que, en este caso, aparece en las cuerdas de barco que les dan orejas a su coqueta escultura.

La obra de Laura Códega hace referencia a un acontecimiento infame y doloroso de la historia de nuestro continente. Acosta Ñu (2018) toma su nombre de una batalla de la Guerra de la Triple Alianza en la cual niños y adolescentes paraguayos intentaron defender su hogar con medios precarios y finalmente fueron exterminados. En su realización, la artista recurre a materiales autóctonos y a una figuración insolente que hiere la mirada. Entre el homenaje y el exorcismo, su trabajo demanda y sacude, anula toda indiferencia, enfrenta la tragedia impregnada en el corazón de la genealogía nacional y convierte la lágrima en ojos abiertos.

Gachi Rosati también se sumerge en la historia pero para dar visibilidad a las mujeres y las acciones que fueron configurando el camino hacia el reconocimiento de la entidad y los derechos femeninos al interior de un sistema artístico fuertemente machista. Pinte Ud! Laugh a Defiance (2019) retrata el episodio protagonizado por la sufragista Mary Richardson, quien en 1914 tajeó con un cuchillo de cocina la Venus del espejo (1647-51) de Diego Velázquez. Copiando los rasgos visuales de la serigrafía, la pintura parece un afiche pegado sobre el prístino cubo blanco institucional, a la manera de un reclamo persistente que nos recuerda todo lo que todavía nos queda por revisar y transformar en nuestro campo desde aquel gesto performático fundacional.

Con Avatares, geografías y otras escamas WoW (2020) Lulú Lobo reclama un espacio de experimentación para el grabado al interior una producción contemporánea que no siempre está dispuesta a concedérselo. Sus delicados módulos realizados en xilografía sobre papel de molde exploran la repetición y la fragilidad que apreciamos en algunas obras actuales, pero sobre todo, escapan a la grandilocuencia que muchas veces se espera en los salones y premios. Esa apuesta tímida, pero no por eso menos potente, merecía ser señalada al interior de una selección desplegada en las más variadas dimensiones formales, poéticas y emocionales.

Un estado de excepción permanente se ha apoderado de nuestras vidas en los últimos meses. Su impacto sobre el ecosistema artístico ha sido agudo y aún no sabemos qué nos deparan los meses por venir. Sin embargo, hay una energía subyacente en todas estas producciones, en las seleccionadas y premiadas, que manifiestan unos vínculos culturales que no se han roto. Todavía nos vemos, nos encontramos y nos pensamos en las obras de nuestros artistas. Todavía necesitamos su acompañamiento y su abrazo. Sin excepción.

 

Rodrigo Alonso

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